lunes

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Son las tres de la tarde. El calor es asfixiante aunque la penumbra que envuelve la sala lo engaña un poco. Es un piso muy viejo. El suelo de la sala de estar está hundido en un lateral. Hay tres tipos de sillas, todas muy antiguas. Una Gioconda pintada al estilo impresionista ocupa el centro de la pared más larga. En frente, un pequeño televisor 4D muestra, como si estuviera en la misma sala, un presentador sentado en el vacío. Una anciana en camiseta simple barre con una escoba anti-estática. Su marido, tumbado en el sofá guiña los ojos detrás de las gafas intentando leer un vetusto libraco con aspecto de novela.

— En otro orden de cosas la corporación Aguas de España ha anunciado esta mañana que el precio del metro cúbico sube un nueve por ciento para ponerse en novecientos treinta y cuatro euros. Con estos precios una simple ducha de diez minutos le cuesta al ciudadano de la calle ciento doce euros o lo que es lo mismo una ducha diaria cuesta al ciudadano medio casi lo mismo, algo más en realidad, que su nómina mensual…
— Mari, apaga el televisor, sólo dan malas noticias y ya sabes que con la paga que nos ha quedado no podemos permitirnos más de media hora diaria.
— Ya, y ahora además sólo nos podemos dar una ducha al mes.
— Y será como la del mes pasado, los dos juntos.
— ¡Qué sexy!
— ¡Ja! Tu estás más arrugada que lo que el concepto de mujer permite y yo hace doce años que no se me levanta ni con Viagra.
— Ya no me quieres Juan.
— Te quiero como el día que nos casamos tesoro pero eso no quiere decir que me apetezca follar contigo. De hecho no me apetece follar con nada.
— ¡Qué deslenguado! No se porqué sigo viviendo contigo.
— Por que no nos queda otra. Con nuestras pagas y por separado no tendríamos ni para comer la mitad de los meses. Esa es otra de las cosas que tenemos que agradecer al presidente ese que tuvimos en los años treinta ¿Cómo se llamaba? Ese del Partido Socialista Popular...
— Pedro González.
— ¡Ese! ¡Qué cabrón! Descapitalizó la seguridad social y nos dejó con la mierda de paga que tenemos. Atrasó la edad de jubilación hasta los setenta y dos años. Privatizó la Sanidad, las carreteras y míralo ahora, presidente del BBVS y millonario.
— Ya sabes como son todos los políticos. Mejor no pienses mucho en eso ¿Has visto a David en la calle? ¿Sabes si vendrá a comer?
— Sí, lo he visto. Salía de la cafetería París. Se ha hecho el disimulado y se ha metido rápido en un coche. Esa víbora que llama esposa nos ha dejado sin hijo María.
— Y sin nietos. A los niños pequeños nunca les gustan los viejos y con lo poco que vienen por aquí no van a saber que tienen abuelos ¡Con lo que yo quiero a esos niños!

A María se le escapa una lágrima. Mientras hablan, Juan se va acercando sigiloso por detrás de ella, o eso cree ya que lo oye perfectamente. Da un pequeño salto y la agarra por detrás dándole un tierno beso en el cuello, casi en la nuca. Ella se gira, se abrazan, se besan y se quedan mirándose a los ojos, muy cerca el uno del otro.


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