martes

Viaje astral

Quieto. Oscuro. Negro. Muy negro. Creo que puedo moverme. Sí. Estoy flotando. Mi cuerpo está inerte en la cama pero yo floto alrededor de él. Soy un, un… ¿fantasma? Que más da. Puedo flotar. ¿Podré salir del dormitorio? Sí. Laura duerme delante del televisor ¡Micifuz puede verme! Se gira hacia mí. No puedo tocarlo. Me ignora. Es como humo. No, yo soy como humo. Humo denso y compacto con mi forma desnuda pero nada más que humo. Menos que humo ya que puedo atravesar puertas y paredes. Sólo existencia en movimiento.

¿Qué hago? ¿Voy a ver a la ricura del primero? Lo mismo la pillo en la ducha. Mejor no. Me puede gustar demasiado ¿Voy a ver que hace mi jefe? Seguro que está engañando a Marta con Lurditas pero sin pruebas es como no saber nada ¿Qué estará haciendo Oscar? A estas horas alcohol y algo más dan saltos en la discoteca, seguro.

¿Y si voy a la Luna? Subo y subo. Me lleva como diez segundos. Pero merece la pena ¡Qué vista! Toda Europa de noche. Pensaba que se verían las luces de las ciudades como en las fotografías. Sólo se ve la silueta y a duras penas. Reflejos del anochecer en América. Blanco perfecto en Groenlandia, mitad por el hielo, mitad por las nubes. Parece tan irreal desde esta distancia.

El Sol. Tengo que verlo como nadie lo ha visto. Me acerco. Más. Y más. He tardado más que en ir a la Luna pero cuanto más voy en una dirección más velocidad parezco tener. Casi puedo sentir el calor. Aquí tan cerca parece casi azul en vez de rojo ¡Esa llamarada es tan grande que reduciría a la Tierra a cenizas de tocarla! ¿Lo atravesaré? Estoy dentro. Puedo oír sus murmullos y sus quejas. Tiene hambre ¿Es consciente? Lo parece.

Me alejo. En línea recta todo el tiempo. Más. Y más. Y mucho más. Siguiendo el plano solar dejo atrás la Tierra y su pequeña Luna. Sigo. No veo a Marte, estará al otro lado del Sol pero el anillo de asteroides ya se perfila en el horizonte. Rocas pequeñas como pelotas de tenis junto a otras enormes del tamaño de un bloque de pisos en movimiento perpetuo. En perfecta armonía. Como un baile de salón donde todos saben donde están los demás. Adelante. En un instante un pequeño punto parduzco se convierte en una inmensa esfera. Júpiter. Y un buen montón de satélites. Me gustaría reconocer alguna ¿Cuál será esa tan perecida a la Luna? ¿Ganímedes? Ese anaranjado es Io, seguro. En Europa algo se mueve bajo el hielo. Giro un poco y en instantes el maravilloso Saturno se muestra magnífico. Puedo contar hasta seis anillos claramente identificables. Los atravieso. Siempre pensé que no eran más que polvo. Hay también rocas pequeñas como pelotas de golf e incluso algunas tan grandes como una vaca. Sigo. No veo a Urano ni a Neptuno. Los habré confundido con una estrella.

En esta oscuridad las estrellas están espléndidas, más vivas y hermosas. Allí está Antares y allí Sirio. Proción más abajo ¿Abajo o arriba? Con la velocidad del pensamiento en instantes estoy frente a la maravillosa Rigel, enorme, roja. Betelgeuse al lado. Tan lejos de casa la posición de las estrellas es distinta, casi no reconozco las constelaciones.

Me sigo alejando. Puedo ver toda la Vía Láctea bien grande en el centro y decenas, no, cientos de galaxias alrededor. Conforme me alejo se igualan en tamaños y la nuestra ya sólo parece una galaxia del montón. Incluso la pierdo de vista y tan sólo parece una estrella más. Cada vez más lejos. Sin cesar. En la misma dirección. Puedo ver todo el Universo. Parece una inmensa flor. Como una campanilla dorada formada por cientos de millones de galaxias. No, está en movimiento. Cae y se abre poco a poco. Es más bien una gota de agua al chocar contra el suelo. Una segunda gota cae al lado. Y una tercera. Esta lloviendo en un prado dorado mientras pequeñas hormigas intentan refugiarse y evitar las gotas ¿Dónde está mi gota? ¿Cómo vuelvo a casa?

Abro los ojos. Estoy solo en mi cuarto. Acostado. En silencio. Feliz por respirar y sentir mi propio cuerpo.


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miércoles

Amistad

Miguel era un niño alegre, simpático y educado; bueno, tan educado como se podía ser en la época que vivimos, quizá algo más. Ayudaba a la señora Matilde con las bolsas de la compra siempre que la veía subir las escaleras hasta el quinto. No cruzaba casi nunca los semáforos en rojo. Todavía se sonrojaba cuando un adulto lo pillaba en una travesura. Respetaba a sus padres y maestros. Defendía hasta donde podía a los más pequeños en el colegio. Una rara especie en peligro de extinción.

Una tarde Miguel recogió lápices y libros tan rápido como pudo. Salió corriendo por la puerta en cuanto sonó el timbre. Sin decir adiós. Incluso olvidó la bufanda en la percha. Su maestro, Don Antonio, se extrañó de que tan siquiera se despidiera, con lo cariñoso y educado que era “Migue”, el mejor alumno de quinto de primaria del colegio concertado Virgen de las Angustias. Claro, no sabía que Miguel había quedado con Rafa y Tomi, repetidores de segundo de ESO, para que le enseñaran el último juego de la consola PS, “Total Black Damon III”. Miguel quedó muy decepcionado en navidades, cuando sus padres le regalaron un juego de química en vez de la pequeña consola y llevaba ahorrando desde entonces para poder comprarla; escasos veinte euros le separaban de ella.

Atravesó el paso de cebra al trote, no sin antes llevarse una sonora pitada de un furgón de reparto que frenó bruscamente. Dobló la esquina a toda prisa y, sin parar de correr, cogió la cuesta del Horno de camino a la vieja casa del marqués, un bloque de cuatro pisos que quedó en cimientos, suelo y poco más al arruinarse Julián Góngora hacía más de treinta años.

—¿Dónde irás con tantas prisas Miguelito?—dijo Doña Josefa, la panadera, dejando de barrer la acera y colocando sus brazos en los costados cual jarrón de alguna olvidada dinastía china.

—Con los amigos, Doñafefa—respondió Miguel encajando los dientes al sentir que perdía el resuello.

—Ten cuidado, no vayas a caerte.

—Sí señora—dijo Miguel acelerando la carrera tanto como sus pulmones le permitían y un poquito más.

Nada más entrar en el callejón vio a Tomi, sonriente, saludarle con la mano abierta desde un saliente del segundo piso. Seguro que se había fugado y llevaba toda la mañana jugando con Rafa. Al entrar, como estaban las ventanas tapiadas y tan solo alguna rajita dejaba el paso de la luz, quedó cegado y avanzó a tientas con las manos adelantadas, un pequeño sonámbulo a la una del mediodía. Sintió un golpe fuerte en la espalda y cayó de bruces. Casi no notó el segundo golpe en la cabeza con el que perdió el conocimiento.

Despertó confundido. Tenía un fuerte dolor en la nuca que palpitaba de forma extraña, daba la sensación de que la cabeza le iba a explotar en cualquier momento. Tenía la boca seca y pastosa con un cierto sabor metálico. Era insoportable el dolor de las costillas, pero lo peor era que el ano le dolía espantosamente, lo sentía mojado y escocido. Lo más extraño es que estaba atado a una columna, con los pantalones bajados.

—Mira, ya despierta—dijo Rafa.

—Sí. Será mejor que le expliquemos lo que ha pasado—respondió Tomi.

—Migue, verás, resulta que Tomi y yo hemos visto unos videos en los que enseñaban como follar. Queríamos probar y se nos ocurrió que contigo sería más fácil.

—Por favor, soltadme. Estoy mareado, me duele mucho la cabeza ¿Qué me habéis hecho?

—Rafa te lo estaba explicando. Cállate y escucha. Simplemente te hemos metido nuestras pichas en el culo y nos hemos corrido. Si te portas bien y prometes guardarnos el secreto te soltaremos más tarde ¿Lo has entendido?

—¿Por qué?

—¿Has entendido lo que te hemos dicho? Si no escuchas no te soltaremos.

—Sí, sí, lo entiendo. Soltadme ya. Tengo miedo.

—Ahora nos vamos a ir—dijo Rafa— después de comer volveremos. Tendrás tiempo para pensar. Cuando volvamos si juras no contarle a nadie lo que ha pasado aquí te soltaremos. Incluso podrás jugar un rato a la PS.

—Adiós Migue.

—Por favor no me dejéis aquí. Ayudadme. Estoy mareado. Por favor. Por favor.

—Hasta luego.

—Por favor. ¡SOCORRO! ¡Que alguien me ayude! Por favor. Por favor. Tengo…miedo.

Pero Rafa y Tomi ya se habían ido y nadie oía a Miguel. Se quedo sólo, dolorido, asustado, pero sobre todo confundido. No entendía como sus amigos, sus mejores amigos, le habían hecho esto. El siempre les había dejado sus cosas. Incluso les prestaba sus cuentos antes de leerlos el mismo; ni siquiera le importaba que a veces se los devolvieran rotos o sucios. Les daba el dinero de la merienda para que compraran ese apestoso tabaco que tanto les gustaba. Incluso les ayudaba con los deberes a pesar de estar en un curso inferior. ¿Por qué sus amigos le habían hecho eso?

Miguel nunca lo supo. Al ratito de irse sus amigos, empezó a llover con fuerza. No paró en toda la tarde y no fue hasta bien entrada la noche cuando clareó. Para esa hora Tomi y Rafa ya estaban en sus casas, cenando con sus familias. A pesar del remordimiento, ninguno tuvo el coraje de avisar a sus angustiados padres o siquiera hacer una llamada anónima a la policía. Mientras el pobre Miguel se había ido desangrando por la herida de la cabeza. Entre tiritones de frío y lágrimas de miedo el pobre Miguel murió en la amarga y oscura soledad. Su último pensamiento consciente fue un simple ¿por qué?

Epílogo

Los culpables fueron descubiertos y detenidos. Tres años de reformatorio para Rafa, cinco para Tomi. Leve castigo para semejante villanía. El colegio concertado Virgen de las Angustias cerró sus puertas al día siguiente en señal de luto. Al entierro acudió todo el pueblo, un pequeño féretro blanco iba en volandas entre las lágrimas de las mujeres y los aplausos a los padres. En pocas semanas el único recuerdo que quedaba de Miguel era una lápida en el cementerio, el pupitre vacío en su aula y la tristeza en la cara de sus padres.



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lunes

Palpando

1

Palpando, paso a paso, avanzo en la más absoluta oscuridad. Tengo las manos destrozadas por las rocas, siento las gotas de sangre escurrirse por los antebrazos. Además cojeando, un golpe en la rodilla un rato antes, y las sandalias de cáñamo no ayudan mucho en este terreno. No se si subo o bajo, si avanzo o retrocedo. Pero lo peor es el silencio, excepto el repicar de alguna gotera no se oye más nada. No se ni que hora es, espero que me estén buscando ya. Quizá debería pararme y esperar a que me encuentren. Pero, ¿y si no me encuentran? ¿Moriré aquí? Seguro, nadie me espera. Aucán se fue esta mañana a los Lagos y no me extrañará hasta dentro de dos o tres días. Tengo que encontrar la salida, ¡Dios! ¡Tengo que salir de aquí! Entré en la caverna escondiéndome del Sol. ¿Cómo podía imaginarme que habría ese talud a la entrada? ¡Qué caída! No se ni como sigo en pie, y luego rodando y rodando entre las piedras. Voy a seguir avanzando, o retrocediendo, no lo se, pero no me puedo quedar aquí.

2

No puedo más, ¡que cansancio! Lo peor es la sed. Pensé que los chicles me calmarían el hambre, pero ha sido peor. Tengo la boca tan seca que la lengua se empieza a pegar al paladar. ¡Qué calor hace aquí! ¿Quién dijo que en las cuevas hace fresco en verano? Voy a beber de los charcos del suelo, no aguanto más. Sabe raro, como a ceniza, y huele mal pero al menos está fresca. Tengo que descansar un ratito, voy a buscar un sitio seco y dormiré un rato, quizá al despertar con la mente más clara encuentre la salida de este laberinto.

3

¿Cuánto habré dormido? ¡Ummmm! ¡Mis huesos, mis pobres huesos! Tengo clavadas todas las piedras del mundo en la espalda ¡Mi rodilla! No puedo moverla, tengo algo roto, ¡Qué dolor! Y el estomago me arde, voy a vomitar.

El agua, esa asquerosa agua, seguro que estaba en mal estado. ¡Qué asco! La ropa sucia y el hedor es insoportable. Creo que tengo algo en la garganta, algo rasposo, no puedo deglutir. Voy a vomitar otra vez.

4

¡Qué oscuro! ¿Dónde estoy? En la cueva. He perdido el conocimiento después del último vomito. No tengo fuerzas ni para moverme y el estomago se retuerce intentado devolver? ¿el que? Si tengo el estomago vacío. ¿Cuántos días llevaré aquí? Creo que toda la vida. Mierda ¡Mierdaaaaaaa! Voy a morir, es seguro. Y Oscar le dará mi ascenso a cualquier inútil. ¡Con lo que he luchado por ese ascenso!

No podré ir al cine. No volveré a probar el asado de ternera de mamá. Ni tapear con los amigos. Ni nadar en la playa de noche. No veré más las estrellas, ni la lluvia de septiembre, ni la nieve en los tejados desde el balcón. No veré amanecer. No pasearé con Júpiter ¿Quién sacará a la calle a los ojos más nobles del mundo? No jugaré al ajedrez. No terminaré la novela de Farmer.

Aucán llorará mucho. Espero que encuentre una buena persona que ocupe mi lugar en su vida. No veré crecer a Miguelín. Me perderé sus primeras notas y su primera bici. Me perderé su primera novia y su mayoría de edad. No volveré a ver a mamá, pobrecita ¡Con lo mayor que está! Tendría que hacer testamento. El coche y el piso para Aucán. El mac para Alex. Los libros para Miguelín, cuando pueda leerlos. Los discos para papá, es el único que los cuidará. La ropa que la quemen, no quiero que nadie se la ponga. ¡Qué estupidez! ¿Quién va a leer este testamento no escrito? ¿Quién cumplirá mi última voluntad?

5

...


FIN

Migración

Una cálida tarde de agosto partió con la promesa de un futuro mejor. Dejaba esposa y tres criaturas de escasa edad en la más terrible miseria, en la despensa comida para no más de dos días, en la memoria la muerte temprana de su hermano, como única señal un montón de huesos en un cubo de basura. El perro, Fido, le acompañó un buen trecho, hasta más allá de las tierras conocidas, pero antes de llegar la noche dio media vuelta y desapareció entre los matojos de vuelta a casa.

Siempre viajando cara al sol, con el sudor cayendo a chorreones por sus axilas, manchando su limpia camisa blanca, atravesó montes y ríos, valles y cañones. No paró ni con la noche, siguió andando a pesar de la flojera en las piernas y la sangre de sus pies.

Ya con el sol golpeando en su cogote divisó en la lejanía una gran línea gris que cruzaba el horizonte como partiendo el mundo por la mitad. Se acercó temeroso, nada crecía en la gran línea gris, dio un paso adelante y notó una superficie dura y extremadamente caliente como las rocas del alto muro del hogar, pero recordó lo que había dejado atrás y sin mas vacilación, comenzó a atravesar la gran línea gris. A mitad de camino una línea blanca que se perdía a la par que la gran línea gris lo dejó confuso, estuvo tentado de seguirla ya que parecía un camino lógico a ninguna parte, pero su determinación le empujó a terminar de atravesar la fastuosa línea gris.

Nada mas dar ese fatídico paso, oyó un rugido enorme, como mil vacas huyendo en estampida y entrevió una enorme cosa acercarse a gran velocidad hacia él.

Corrió despavorido pero ya era tarde, instantes después la enorme rueda de un seis ejes convertía a nuestro amigo en poco menos que una mancha roja y plumas en el pavimento. Días después mama gallina sirvió de almuerzo en la granja familiar. Un buen día los dos hijos mayores fueron hechos prisioneros y se fueron para nunca volver en la camioneta. Pero el menor, decidió un día encontrar a su amado padre.

El perro, Fido, le acompañó un buen trecho, hasta más allá de las tierras conocidas, pero antes de llegar la noche...
Lección de Historia

El mundo avanzó rápidamente en brazos de la tecnología. La genética se encargó de que sus habitantes fuesen altos, rubios, con hermosos ojos azules y de un coeficiente intelectual alarmante. Así mismo, procuró alimentos altamente nutritivos y mascotas saludables y completamente reciclables. La física y la ingeniería concibieron increíbles artefactos que proporcionaron gran bienestar entre esta nueva elite mundial. La meteorología consiguió lo imposible, que lloviera solamente lunes, miércoles y jueves y sólo de doce a dos de la mañana. Tantos eran los avances que los humanos parecían prácticamente dioses.

Pero el descubrimiento más significativo fue el de la informática. Se descubrió un sistema operativo capaz de englobar todo el saber humano en una sola máquina que al mismo tiempo era fácilmente accesible desde cualquier punto del planeta. Se dedicaron grandes esfuerzos a esta tarea y en pocos años desaparecieron libros y bibliotecas, el papel dejó de usarse y todo esta ingente cantidad de celulosa fue reciclada puesto que su utilidad ya era nula. Todo el saber humano se acumuló para sorpresa de propios y extraños en una esfera del tamaño de una pelota de baloncesto. Las matemáticas o la literatura, la biología o el arte, todo estaba en la esfera, incluso los datos bancarios y fiscales, la información del catastro, los títulos de propiedad tenían como único soporte físico a la esfera.

Una tarde, el usuario 4215424GFH le preguntó a su extensión de la esfera si existía una forma de vida más feliz que la actual. Se produjo un leve zumbido en los disipadores de calor de su terminal e instantes después apareció una pantalla azul que decía:

Mensaje de error

Se ha producido un error interno que deja bloqueados algunos componentes de Esfera.

Para esperar a que se desbloquee diga ESPERA.
Para reiniciar Esfera diga SIESTA.

El usuario 4215424GFH, desde ahora lo llamaremos cuarentidós por abreviar, decidió esperar y así se lo dijo. Una pantalla negra sustituyó a la azul y en varias horas no dio más señales de vida. Desesperado y por probar pidió un extracto bancario y lo único que consiguió fue la misma pantalla azul de antes. Siguió esperando y esperando pero aproximadamente a las dos de la mañana y al aparecer la consabida pantalla azul por trigesimosegunda vez dijo SIESTA. Se oyó otro leve zumbido y el terminal se apagó por completo.

El susto fue tremendo, en los más de cinco años que llevaba usando a esfera nunca se había apagado su terminal. Cuarentidós Llamó a su hermano 4215420GFH, gran experto en computación, y este confiado dijo que no pasaba nada, que era normal. Pidió ENCENDIDO y con un suave chasquido la pantalla se iluminó lentamente entre la felicidad de cuarentidós y su hermano, dio el mensaje siguiente:

Mensaje de error

No se han podido cargar los módulos VXD y DLL primarios, no hay acceso a memoria.

Para formatear memoria diga NUEVO.

Al no dar mas opciones pidieron NUEVO. Y esto fue el fin de la Humanidad tal y como era conocida hasta el momento. Esfera fue formateada y todo el saber humano perdido, desapareció toda la información de los Bancos, de los Ministerios de Defensa o Hacienda, de la Biblioteca Global e incluso las ultimas notas de 4215429GFH, hermana de cuarentidós y con suspensos en biotecnología y literatura escrita, hecho este último que alegró mucho a 4215429GFH.

Fue el caos, nadie controlaba las maquinas y por ende estas no funcionaban, agotados los acumuladores el mundo se quedó sin electricidad y ciertamente a oscuras, en definitiva ya no era que no funcionara nada, sino que los artefactos no servían para nada. La Humanidad retrocedió diez mil años en diez horas. En pocos días llegaban noticias, por el infalible método del boca a boca, de guerras entre distintas ciudades y al cabo de poco tiempo el mundo no era mas que una ruina y sus habitantes pobres desgraciados que no sabían ni como limpiarse el culo después de defecar.

Unos años terribles en los que el mundo retrocedía a ojos vista pasaron, pero en pocos años una nueva generación se plantó sobre la Tierra preparada para recuperar el mundo.

Un buen día Cuarentitrés, hijo de Cuarentidós, le preguntó si era feliz ahora, Cuarentidós contestó que no era más feliz que antes, pero que al menos ahora era libre.

Comenzó la Edad de Piedra.

sábado

MOSCONES

¡Que calor más espantoso hacía!, eran las cuatro de la tarde y todavía me quedaban cuatro horas de trabajo en la oficina. La tarde se presentaba animada, estabamos ya a seis de Junio y no había terminado aun las facturas de ventas. Además, hoy teníamos la reunión de todos los meses con la dirección, no menos de una hora oyendo estadísticas de producción y aplaudiendo medidas correctoras, electrizante.

Encendí el ordenador y directamente comencé un excitante solitario. Enseguida una mosquita veloz y tenaz se dispuso a revolotear entre la pantalla y yo, posándose donde le placía, ora entre el rey de corazones y el cuatro de picas, ora en la mano que sujetaba el ratón, incluso en mi sensible y desprotegido cogote. Tras darme cuatro o cinco bofetadas esquivadas diestramente por el insecto, la vi apoyarse suavemente en el centro de la mesa y empezar con cierta fruición a limpiarse sus patitas. Con un movimiento ágil, a base de años de intentos infructuosos, cogí el periódico, lo doble para darle mayor consistencia y de un fuerte golpe convertí al díptero en una mancha rojiza y aplanada.

Tres solitarios mas tarde y cuando me encontraba en mi mejor ánimo facturador, el viento abrió la puerta y dos moscones verdosos y repugnantes entraron con un suave zumbido. Mientras planeaban majestuosos por toda la habitación me armé de mi sangriento diario y les di caza sin piedad en menos de cinco minutos. Agarré escoba y recogedor e hice rápidamente limpieza del campo de batalla.

Al cabo de una hora, entró un cliente un tanto huraño y de mal talante reclamando no se que factura, asegurando que hacía más de un año que la había pagado y exigiendo de forma nada amable una copia de la misma. Abrí mis archivos y comprobé que ya estaba mandada por correo hacía al menos dos semanas. Como no le convenció mi explicación, no me quedó más remedio que hacer una fotocopia y entregársela. Cuando se marchaba, prometió no volver más a trabajar con nosotros, cosa que yo sinceramente agradecí. Esto fue el colmo, toda la tarde perdida por moscas y moscones, ¿cómo quiere el señor Sánchez que trabaje en estas condiciones?.

Conforme me disponía triste y abatido a apagar el pecé, entró por la ventana una mosca enorme, del tamaño de un gorrión o quizás mayor, no puedo imaginar como se mantenía en el aire pero ella parecía tener claro que yo era el blanco de sus iras. Entré en pánico y salí huyendo, cerré de un portazo con la mala suerte de atrapar el moscardo en la gatera, mientras corría vi como moribunda aleteaba débilmente, mitad dentro, mitad fuera y me pareció oír un llantito quedo y amargo.

Fue nada más cruzar la calle, un zumbido fuerte, casi atronador surgió desde atrás, a mi espalda y sentí como algo grande y oscuro se acercaba a mí vertiginosamente, más rápido de lo que yo era capaz de correr. Entré sin mirar en un callejón y vi desolado que no tenía salida. Me metí raudo en un gran contenedor de basura y cerré la puerta con el tiempo justo de ver unos ojos multicefálicos, grandes como balones de fútbol mirarme rabiosamente.

Ahora vivo aquí dentro, ya llevo más de un año sin salir, he aprendido a saborear los más repugnantes manjares, sigo oyendo el moscón ahí fuera, en la calle, no tengo miedo, he encontrado unos barrotes oxidados y los he afilado con una pequeña caja de cerillas usada, si entra sabré defenderme. Aunque, no se, quizá sea mejor no matarlo, ¿quién sabe qué horror vendrá a vengarlo?.